El país no tiene con qué pagarle a monseñor Agripino Núñez Collado sus servicios a la República.

Monseñor se ha entregado sin mirar el reloj, a resolver crisis políticas que pudieron haber causado traumas políticos irreversibles. Ha logrado una paz laboral que tiene décadas y que ha representado conquistas extraordinarias para los trabajadores dominicanos desde el año de 1985, por medio del Diálogo Tripartito, y sus contribuciones a la educación dominicana desde la rectoría de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra no tienen igual en la historia del país.

Monseñor Núñez Collado ha sido paño de lágrimas de muchos de los políticos que cuando les ha convenido, han querido crucificarlo. Ha resuelto crisis empresariales que han salvado fortunas y puestos de trabajo y ha sido amigable componedor en tantos asuntos que solo un alma noble y generosa como la suya puede resolver.

Es por todas esas razones y muchas otras, que a monseñor Núñez Collado hay que preservarlo para las grandes causas, para las crisis que vendrán a consecuencia de los cambios en el mundo y en nuestro propio país.

Monseñor Núñez, como figura nacional que es, debe ocuparse solamente de los grandes temas, como ese emergente de lujo que se llama a batear en los momentos decisivos de los partidos.

Él debe entender eso y administrarse a pesar de su natural vocación a seguir brindando sus buenos oficios a todas las causas donde lo llaman. Además, monseñor nunca ha tratado de suplantar a las instituciones. Es cuando éstas han fallado que ha sido llamado.

Necesitamos a monseñor y a muchos como él para lo que viene. Permitamos que se preserve.

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