Los encapuchados que alteran el orden en la Universidad Autónoma de Santo Domingo cada vez que les da la gana y ante los cuales las autoridades nada pueden hacer, dicen que no saben para quién trabajan, ni qué causa sirven, ni quien les paga.

Una auditoría del sistema de salud descubre cientos de empleados que aparecen en las nóminas de hospitales y que nadie sabe quiénes son, pero que cobran religiosamente cada mes sin que nadie haga ni sepa nada.

Si es por no saber, nuestros estudiantes llevan la voz cantante en el ámbito universal. A veces no saben ni como se llama la maestra.

La Policía no sabe lo que no le conviene y el Gobierno nunca sabe de nada que le pueda crear un problema, porque todo tiene que estar en calma chicha.

A pesar de que reforzamos la frontera con miles de efectivos, nadie sabe por dónde entran tantos haitianos y “cosas” a plena luz del día y luego se trasladan a donde les de la gana .

Los choferes nuestros no saben frenar. Prefieren dar un bandazo y el que venga atrás que se defienda como pueda. La regla es que nuestros conductores, sin importar la clase social o el nivel educativo, no saben de leyes ni de cortesía. Eso sí, solo saben ser machos y hembras alfa desde que se sientan al volante.

Los senadores no saben nada de los Tucano y la Cámara de Cuentas no sabe nada de nada.

Es decir, vivimos en un país en el que nadie sabe nada, en el que todo da “tres pitos”, en el que nadie quiere molestarse ni que lo molesten. Somos la calma chicha hecha pueblo.

Quizás por eso creen que somos felices…

atejada@diariolibre.com