En la era digital, como a veces se le llama a la presente etapa de la civilización, los datos son una mercancía tan codiciada como el petróleo, la comida o el oro. Se compran, venden y difunden, y una vez dados a conocer crean marcan las reputaciones de personas y empresas para bien o para mal.

Muchas han sido las advertencias acerca del destino que se puede dar a los datos, fotos, documentos, opiniones, mensajes y preferencias publicados en las redes sociales. 

También mucho se ha dicho sobre las intromisiones ilícitas en computadoras y bases de datos por parte de piratas cibernéticos, temor que ha hecho crecer la demanda de antivirus y programas de protección. 

Pero hasta ahora parecía que podíamos confiar en que lo conversado en la intimidad del hogar, sin estar expuestos al alcance de cámaras de video, lejos de Facebook y demás redes, a puertas cerradas, y fuera del alcance de tabletas o celulares inteligentes, era realmente confidencial.

Bueno, no tanto, según ha declarado Samsung, el gigante coreano líder en las telecomunicaciones y en la fabricación de televisores de pantalla plana. Hay que estar también muy pendiente de lo que se dice en frente de la televisión.

La advertencia no se aplica a los televisores de tubos, por supuesto, ni a los modernos, sean éstos de tecnología Led, Plasma o LCD, cuya operación involucra botones en el aparato o controles remotos estándar. Tiene que ver con los equipos que pueden ser activados y manejados con mandatos verbales, a través de dispositivos de reconocimiento de voz. 

Según Samsung, en respuesta a un reportaje aparecido en la web, esos televisores escuchan las conversaciones sostenidas en su vecindad, y las envían por internet a servidores remotos en los que los comandos operativos son identificados y enviados de vuelta al aparato para su ejecución.

Algunos activistas de la privacidad recordaron la novela "1984" de George Orwell.

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