El Papa Francisco ha hecho un llamado el sindicalismo, para que se renueve en sus tareas de defender a los trabajadores, ha dicho que la innovación sindical, en su función esencial, obliga a vigilar y proteger a los que están trabajando y a los pensionados. El califica al sindicalismo como muralla de la ciudad del trabajo.

El considera que “El sindicato es la expresión del perfil profético de la sociedad”. “El sindicato nace y renace todas las veces que, como los profetas bíblicos, da voz a quienes no la tienen”.

El sindicalismo no puede desempeñar su función esencial de innovación social si sólo vigila a aquellos que están dentro, si protege sólo los derechos de quienes están trabajando o son pensionados.

“La vocación de los sindicalistas también es proteger los derechos de los que todavía no trabajan, de los que han sido excluidos del trabajo, de los que también han sido excluidos de sus derechos y de la democracia”.

El Papa dijo ;“tal vez nuestra sociedad tampoco comprende al sindicato porque no lo encuentra luchando por los derechos de aquellos que se encuentran en las periferias existenciales, los descartados del trabajo, los inmigrantes, los pobres; o simplemente no comprende por qué el rostro de la corrupción ha accedido al corazón de algunos sindicalistas”.

“En nuestra sociedad capitalista avanzada, el sindicato corre el riesgo de olvidar su naturaleza profética, de convertirse en algo muy parecido a las instituciones y a los poderes que, por el contrario, debería criticar”.

El sindicalismo debe vigilar sobre las murallas de la ciudad del trabajo, como centinelas que guardan y protegen a los que viven dentro, pero que también guardan y protegen a los que están fuera de las murallas.

El Pontífice realizó este llamado, ayer, en una audiencia concedida en el Aula Pablo VI, en el Vaticano, a los delegados del Congreso Italiano de Sindicatos del Trabajo con motivo de su 18º Congreso Nacional.

Destacó la belleza del lema elegido para este Congreso, “Por la persona, por el trabajo”, y señaló que “’persona’ y ‘trabajo’ son dos palabras que pueden y deben estar unidas. Porque si pensamos y decimos ‘trabajo’ sin ‘persona’, el trabajo termina por convertirse en algo deshumano, olvidando a la persona, se olvida y se abandona a sí mismo”.

La Iglesia tiene una doctrina social, que se inicia con las Encíclicas sociales, desde la primera, dictada por el Papa León XIII, el 15 de mayo de 1891, titulada RERUM NOVARUM, hasta la del Papa Juan Pablo II titulada CETESIMUS ANNO, en conmemoración de los 100 años de la primera encíclica social.

Fue la encíclica Rerum Novarum el documento que invitó a los trabajadores cristianos a formar parte del sindicalismo, a defender a los niños y las mujeres trabajadores, a defender un salario digno para los trabajadores.

El Papa Francisco considera que el sindicalismo actual, en su lenguaje, con el paso del tiempo ha terminado por parecerse demasiado a la política, o incluso a los partidos políticos, con su estilo”. De esa manera, los sindicatos “pierden fuerza y eficacia”.

El Papa califica el sindicalismo como defensor de los derechos de los que todavía no trabajan, de los que han sido excluidos del trabajo, de los que también han sido excluidos de sus derechos y de la democracia.

El Pontífice dijo que la persona “no sólo es trabajo, porque no siempre trabajamos, no siempre debemos trabajar. Los niños no trabajan, y no deben trabajar. No trabajamos cuando estamos enfermos, no trabajamos cuando somos adultos mayores”. Lamentó que haya en el mundo “tantos niños que trabajan y no estudian, cuando el único trabajo bueno para ellos es estudiar”.

El considera que los sindicalistas van por buen camino cuando “están tratando de dirigirse en la dirección correcta, especialmente con los migrantes, con los jóvenes y con las mujeres”. Los anima a continuar así, si es posible, a hacer aún más.

Al referirse a los desempleados el Papa ha dicho “pensemos en una persona sin trabajo, estamos entonces ante algo parcial, incompleto, porque la persona se realiza en plenitud cuando se convierte en trabajador, trabajadora; porque el individuo se vuelve persona cuando se abre a los demás, a la vida social, cuando florece en el trabajo”.

El Papa Francisco demandó un nuevo pacto social en el que se garantice el derecho a una pensión para aquellos adultos mayores que ni quieren ni pueden trabajar, y el trabajo a los jóvenes que quieren y deben trabajar, también rechazó las “pensiones de oro”, aquellas que se otorgan en instituciones públicas que manejan mucho dinero, y en el sector privado, porque las considera injustas como las pensiones miserables, como las que reciben miles de trabajadores dominicanos que anda alrededor de los cinco mil pesos mensuales, que no alcanza para nada, cuando los precios de la canasta familiar están cinco veces más alta.

El demandó una pensión justa; lamentó que cuando un trabajador enferma y es descartado del mundo del trabajo en nombre de la eficiencia, afirmando que es una pensión justa es aquella que no es “ni muy rica, ni muy pobre, y subrayó que las ‘pensiones de oro’ son una ofensa al trabajo no menos graves que las pensiones pobres”.

“Una sociedad está desorientada y miope cuando obliga a los ancianos a trabajar y obliga a una generación entera de jóvenes a no trabajar cuando debería hacerlo, por ellos y por todos”, insistió el Papa.

En este sentido, abogó por “un nuevo pacto social por el trabajo, que reduzca las horas de trabajo de aquellos que se encuentran en su última estación laboral, y que cree trabajo para los jóvenes que tienen el derecho y el deber de trabajar”.

“El capitalismo de nuestro tiempo –no comprende el valor del sindicato porque ha olvidado la naturaleza social de la economía, de la empresa, de la vida, de los lazos y de los pactos”.

Los sindicalistas deben leer y releer estas orientaciones del Papa Francisco, sobre principios, valores y ética en el mundo del trabajo.