Los partidos están rasgándose las vestiduras por la aseveración de que no son democráticos, como resulta evidente de los arreglos para reconocer candidaturas por métodos alejados de la participación de sus afiliados.

Se sienten ofendidos, y les brotan lágrimas de cocodrilo, como si se tratara de un descubrimiento de factura reciente y de una acusación sin fundamento.

A esos partidos parece que se les olvida convenientemente su propia historia.

Se les olvida cuando salía la yipeta con las listas de candidatos para la Junta, y los nombres eran cambiados en el camino por medio de una máquina de escribir en el vehículo.

Se les olvidan las declaraciones de sus propios partidarios perjudicados por el reparto hecho por las nomenklaturas partidarias de las candidaturas en favor de los favoritos del momento.

Se les olvidan los fraudes, las ventas de franquicias, los negocios alrededor de las elecciones, la compra de votos.

Se puede afirmar sin el menor asomo de duda, que a los partidos dominicanos les interesa el poder para hacer negocios desde él, pero no la democracia ni la institucionalidad. Que les interesa el poder, no para hacer avanzar al país, sino sus negocios particulares.

Por eso no se preocupan por formar a sus partidarios, ni por cedularlos, ni por hacer nada que contribuya al mejoramiento democrático del país. Sólo les preocupa inscribirse en el presupuesto por cualquier vía. Por eso no les compro sus lágrimas. Amores son obras y no buenas o malas razones.

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