Todo el apoyo que el Gobierno necesitaba en un momento en que se sentía sin fuerzas para enfrentar la ofensiva del caso Odebrecht, se la dio un grupo de intelectuales y académicos que en un documento solicitaron su renuncia en pleno y la convocatoria de elecciones en el plazo de un año. 

Ni a Joao Santana se le habría ocurrido una fórmula tan efectiva para apuntalar el Gobierno. En política, la oportunidad es más importante que los hechos concretos. 

Por más razones de justicia y de legalidad que tuvieran los firmantes del documento, la “ocasión para la acción” no había llegado. 

La “ocasión para la acción” se presentaría cuando existieran pruebas convincentes del uso de dinero extranjero en las campañas presidenciales. Nunca antes. Los viejos políticos afirman que “la precipitación es fatal”. 

La Ley Electoral taxativamente prohíbe las donaciones de empresas extranjeras a las campañas políticas nacionales. Al Gobierno, llegado ese momento, le iba a resultar muy cuesta arriba buscar un “emergente designado”, como parece ser Ángel Rondón, para que se echara la carga encima.

 Nadie le hubiese creído. Pero pedirle la renuncia en un momento en que la presunción de inocencia (aunque no lo sea) lo protege, constituyó un error político de bulto, poco usual en gente de raciocinio e intelecto. 

Decía John F. Kennedy que había que “mantener la gracia cuando se estaba bajo presión”. El Gobierno permaneció en silencio, esperando el error emocional de sus contrarios. Esa táctica siempre ha dado resultado. 

Danilo debe estar hoy muy agradecido de los intelectuales. A lo mejor, a alguno le sale canasta… 

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