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:: 2016: tiempo inestable y paradójico
2016: tiempo inestable y paradójico

Por: Dinora García/Acento - 02/01/2017

El 2016 es un año singular por muchas razones, tanto a nivel nacional, como a nivel internacional. La singularidad viene dada por el acaecimiento de hechos y acontecimientos que saltan las fronteras de la racionalidad y de la ética personal y social. En este artículo centraremos nuestra aportación en lo que acontece en la República Dominicana para contribuir al desarrollo de una conciencia crítica y de una postura comprometida con la transformación de lo que ya estamos asumiendo como elemento constitutivo de nuestra cotidianidad.

Este año tiene la marca de inestable porque la ciudadanía ya siente temor de moverse de día y de noche y en cualquier circunstancia. Reconocemos que participamos de la inestabilidad e inseguridad que se manifiesta  también en el ámbito internacional. Parece que la estabilidad y la seguridad  mundial son cosas del pasado (Podemos repasar los hechos acaecidos en Estados Unidos, Bélgica, Francia, Turquía, Siria, Alemania, Nigeria, Yemen, Inglaterra, España, Puerto Rico, México y otros). 

El mundo cada vez más se ve estremecido por la violencia terrorista, por la agresión de la corrupción (Recordemos Odebrecht, la FIFA y la diversidad de funcionarios que han tenido que dimitir por prácticas incorrectas, etc.).  Pero en nuestro país, el temor  se acentúa  porque aun teniendo una legislación importante, no se aplica. Además, aunque el Gobierno promete solución para el 2017, la intensidad del temor no disminuye porque son promesas sin propuestas concretas para la reducción o eliminación de los factores causales del problema.

Esta situación se agrava no solo por la incapacidad de los responsables de afrontar el problema, sino porque algunas de  estas mismas personas están involucradas, directa o indirectamente, en la problemática.

Son muchos los hechos que demuestran que miembros de la Policía, del Ministerio Público, del gobierno y de empresas son parte del problema. Pero no contamos con una justicia creíble para resolverlo; contamos con pocas autoridades que se distingan por la consistencia ética y la transparencia. Asimismo, observamos que las Cámaras de Diputados y de Senadores están pobladas de personas cuya preocupación mayor es responderle al compañerito y asegurar el próximo voto, antes que trabajar con cualificación para contribuir a la superación de las dificultades que vive el pueblo o la región que representan.

La inestabilidad que genera la inseguridad ciudadana está creando nuevas maneras de circular en la ciudad, formas diferentes de relacionarnos, nuevos modos de construir la vivienda, formas distintas de divertirnos. En suma, está induciendo a la construcción de una nueva manera de vivir y de comportarnos en el trato con los demás. Este trato se está volviendo más fugaz y desconfiado.

Un legado del 2016 es hacernos avanzar ágilmente hacia la institucionalización de la cultura del miedo. Un miedo que no tiene nada de percepción; un miedo que tiene como asiento los robos a luz del día;  los atracos persistentes; los asesinatos periódicos por un celular;  la venta de combustible adulterado, la venta de medicina sin control de calidad; la existencia de empresas que adulteran medicinas mientras Salud Pública y el Ministerio Público guardan silencio y respetan a los honorables que se enriquecen mientras matan a cientos de personas en el país.

La inestabilidad social que vivimos en el 2016 como reflejan los hechos que hemos nombrado, provoca una degradación significativa de la  sociedad dominicana;  degradación que vulnera la precaria democracia que tenemos; reduce los derechos de los ciudadanos y contribuye a la desinstitucionalización del país. Esta situación requiere la construcción de una contracultura que le devuelva al país la estabilidad que garantiza un desarrollo integral de las personas y de la sociedad. Esta contracultura no puede tardar y deberá empezar por contextos clave como el familiar, el escolar y el de las organizaciones.

En este marco, el 2016 es también, un año paradójico, porque siendo líder en la Región en la búsqueda de la unión entre los países, aquí internamente todavía se está buscando un precario consenso para establecer la Ley de Partidos Políticos. Además, mientras somos líderes del crecimiento económico en la Región y nos llevamos todas las felicitaciones de lugar por el incremento económico, como anunciaron los periódicos del 21 de diciembre, la pobreza real supera la pobreza del discurso y de la prensa que toca el violín de las voces oficiales.

El carácter paradójico se acentúa por el discurso sobre la transparencia, sobre la rendición de cuentas y sobre el sistema de veeduría que se está implementando en muchas acciones del gobierno y de la sociedad civil, mientras la corrupción gana espacio, gana adeptos, gana silencios, gana olvidos intencionados, gana reenvíos calculados y, sobre todo, gana institucionalización. Nos preguntamos adónde van a parar tantas palabras fatuas, tantos juramentos hipócritas, tantas promesas torvas. Da la impresión de  que no tienen destino alguno y que se mantienen contaminando el ambiente del país y horadando las bases de lo que tendría que ser un comportamiento ciudadano cualificado y ético, tanto de los sujetos  como de los organismos.

Las instituciones educativas, las personas que tenemos un compromiso sostenido con la educación de la sociedad, no podemos dormirnos. Tenemos que despertar a tiempo y re-empezar el trabajo que nos devuelva al menos parte de  los propósitos por los que luchamos día a día. No es justo que los sobornos de Odebrecht, que la corrupción marca Super Tucano, que la corrupción marca OISOE; que la venta y compra de sentencias en el poder judicial; y que la multiplicación de funcionarios y políticos millonarios partiendo de condiciones miserables, ganen la partida en República Dominicana.

No, aquí todavía queda un resto de mujeres y hombres cuya frente se ha mantenido y se mantendrá en alto, para continuar erradicando toda lacra que manche y oscurezca la dignidad, la honestidad y la firmeza con la que actuaron Duarte, Sánchez, Mella, Luperón, las Hermanas Mirabal, Mamá Tingó y muchos otros. Unamos fuerzas para exterminar la lógica de la corrupción imperante. Activemos la creatividad para reinventar una sociedad que necesita recuperar la alegría natural, así como la estabilidad personal y social.

Movilicemos la imaginación para buscar formas nuevas que nos permitan volver a confiar;  que posibiliten que  volvamos a comunicarnos sin estorbos. Construyamos juntos vías posibles para reconstituir la experiencia familiar y el espacio educativo que alienta y desafía, que aporta principios y valores orientadores; que pone en contacto con la realidad cotidiana y prepara para afrontar el futuro. El esfuerzo conjunto para liberar al país de la inestabilidad social y de su condición paradójica es una tarea difícil pero no es imposible. Trabajemos en esta dirección sin descanso y con tenacidad.



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