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:: El Síndrome de Trujillo en el presente
El Síndrome de Trujillo en el presente

Por: Cándido Mercedes/Acento - 24/10/2016

“…Esa organización tiene apariencia gubernamental, está encabezada por un empleado

de alta categoría llamado Presidente de la República, por otros de menor

categoría llamados Ministros (Secretarios de Estado, en la tradición

administrativa dominicana), y por otros más que forman un supuesto Congreso”

(Juan Bosch: Trujillo Causas de una Tiranía sin Ejemplo)

¿Cuál es la infección en el cuerpo social que nos sigue lastrando el conducir con los avatares la sociedad dominicana, 55 años después de la muerte de Trujillo? Las viejas deformaciones siguen reproduciendo las estructuras sociales caudillescas que galvanizaron todo el corpus ideológico de la hegemonía trujillista. No es la misma sociedad, empero, los cimientos de la catalización social, merced a la jerarquización, predominan de una manera “más moderna”. El Estado, en su expresión máxima de “Ogro filantrópico”, ha sufrido mutaciones.

Metamorfosis para anidarse en la “transformación” cuya esencia es el Estado mismo, vía el patrimonialismo y el clientelismo, en todas las vertientes y modalidades. El “sobrecito”, abajo es la cantera de liderazgo de Estado. El tráfico de influencia en los estamentos más altos que ha dado lugar a la categoría de DELINCUENCIA POLITICA, acusa todo su crisol y arco iris. Es como si todavía siguiéramos perdidos en el ritmo de la historia como nos diría don Juan Bosch.

55 años, somos una sociedad que ha crecido, que ha cambiado; no obstante, descansan las mismas disfunciones institucionales que agrietan y producen abismos, entre esa sociedad económica, esa sociedad social y esa sociedad institucional. Ayer, la corrupción gravitaba en Trujillo y sus más cercanos; hoy, la corrupción se ha democratizado en tal dimensión que parte de la riqueza producida no guarda relación con los avances en el Desarrollo Humano y los cambios institucionales pertinentes y necesarios.

El Síndrome de Trujillo se expandió cual, si constituyera un virus insondable, sin cura, que se inoculó en una ideología que no nos permite avanzar para hacer del Estado un Estado Moderno. Esa ideología caracterizada con el síndrome trujillista, se ejemplifica en el incumplimiento de las leyes desde el poder mismo. El Congreso apruebas leyes, el Poder Ejecutivo las promulga y el Poder Judicial, garante de un Estado de Derecho, de la democracia, no existe para los más empingorotados del poder político. Sencillamente, no hay límites. Nuestros gobernantes han devenido en asumir el síndrome de Trujillo para tener más poder, pero como diría lord Acton “el poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente”; al mismo tiempo que encarna el síndrome de hybris “la incapacidad para cambiar de dirección porque ello supondría admitir que se ha cometido un error”.

31 años, el Estado era Trujillo porque él era “el amo de las tierras, de los bancos, de las fábricas y de los negocios, y también era el amo de los hombres”. Pero hoy, ¿por qué las fuerzas sociales y económicas permiten que hombres que conducen el Estado, que son funcionarios públicos, se coloquen por encima de las leyes y les recreamos sus mentiras con faltas de imaginación? ¿Cómo hemos permitido que después de Trujillo y Balaguer los Ejecutivos sucesivos cuando hablan no le decimos que eso no es así, que sí hay mucha corrupción y los estudios lo revelan y lo resaltan?

Los actores sociales y económicos que fueron creciendo con profundo bajo perfil durante los 31 años y los 22 de Balaguer, tradujeron a los hijos y nietos “sus miedos” al poder político. Por ello, vemos, incluso hijos y nietos del poder económico “más conservadores” que sus hacedores, a pesar de que muchos que heredaron han sido más desarrolladores que sus progenitores.

¿Cómo todavía existe en la sociedad dominicana que un Presidente vaya a inaugurar un centro de atención primaria, una escuela de 10 aulas, un primer picazo de una empresa privada, una guagua comprada con dinero público con un letrero de donado por el Presidente tal o en el periodo 2012-2016? ¿Dónde encontramos que un funcionario de cualquier nivel invoque 10 veces en su discurso “por INSTRUCCIONES DEL SEÑOR PRESIDENTE”? Todavía en pleno Siglo XXI, el hiperpresidencialismo, rémora del síndrome de Trujillo, es que nombra todos los empleados en la Administración Pública Central desde un ministro hasta llegar a un conserje.

El hiperpresidencialismo, una deformación originada en la ideología trujillista, permite que con esas características el Presidente dominicano sea más poderoso que el Presidente del país más dominante del mundo. El Gobernante de República Dominicana puede hacer desde el Estado cientos de acciones y decisiones que el Ejecutivo más alto del Estado de los Estados Unidos, de Canadá, de Alemania, no pueden hacer. El máximo representante del Estado dominicano cuasi no tiene límites y encima de ello, violan las normas, las leyes que dicen habrían de defender.

Ello es en gran medida una de las causas de la imposibilidad, de la ineficacia para encontrarnos con un desarrollo más armónico, con menos exclusión social, menos marginalidad y mayor cohesión social. Al tiempo que resalta el poco compromiso a través de una mayor cuota de responsabilidad social de los actores económicos, que ven el poder político como un ente totalmente autónomo de los límites de la sociedad. ¡Esos actores estratégicos no comprenden su rol en una sociedad de mercado como agentes de equilibrio!

La sociedad del 1960 trascendida en una enormidad, lleva sobre sus hombros la de hoy, esa secuela tradicional del “patronazgo y la clientela, en el compadrazgo y en el caudillismo”. Acá, hoy, en el 2016, sobreviven una gran mayoría merced a que forman parte de un grupo o del partido gobernante. La meritocracia no existe en gran parte del Estado y el botín político es el modus operandi.

La personalización sigue encarnando la instrumentalización de las decisiones como estorbo y obstáculo al desarrollo institucional y, en consecuencia, social. Todo lo que vemos con la macrocefalia del Estado con más de 4,674 órganos, con las duplicidades e instituciones sin razón de ser, es la fuente protagónica de un poder político que asume el mismo como si fuera propiedad privada, empero, cristalizado con el dinero de los contribuyentes. Es así como hoy siguen ejerciendo gran parte del control social y de la subordinación política.

La base institucional que se requiere, en medio de una sociedad de mercado cada día más abierta que ha de ser más pluralista, más democrática, atraviesa, indudablemente, por un sector empresarial con más conciencia en sí y para sí, que al compás con otros sectores tendrán que abrazar el horizonte de una sociedad más permeada con el puente que nos una a todos: lo legal, lo legítimo y la necesaria interacción permanente del consenso social.

¡Solo así desbrozaremos el carro de la historia, aunando los mejores esfuerzos para que el personalismo y el síndrome de Trujillo no nos siga batiendo de excremento el fardo de un presente con los brazos arrinconados!

 



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