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:: La política compay, la política compay
La política compay, la política compay

Por: Guillermo Cifuentes/Acento - 21/09/2016

“No hay propuesta nueva en el merengue”

Víctor Víctor

Dicen que la política es un arte, una ciencia y una práctica.   Y si la política como práctica consiste en “hacer política”, tiene un objetivo único: el poder.

Iniciamos recordando estas ideas básicas para evitar confusiones respecto de cómo se ve el momento actual de la política, y más aún ante la presencia de iniciativas que tienden a “poncharse” gracias a que los políticos comienzan a hacer política.

Escribió Weber, refiriéndose a la vocación política que “Sólo quien está seguro de no quebrarse cuando, desde su punto de vista, el mundo se muestra demasiado estúpido o demasiado abyecto para lo que él le ofrece; sólo quien frente a todo esto es capaz de responder con un “sin embargo”; sólo un hombre de esta forma construido tiene “vocación” para la política.” Y ese es el desafío de los políticos y políticas dominicanas.

El espíritu weberiano parece que comienza a sobrevolar el escenario y los actores van quedando en evidencia, igual que sus prácticas.  Queda pendiente develar sus intereses. ¿Desde cuándo tratar de influir en la selección de jueces, de altos funcionarios (o de lograr que los cancelen) es un acto de “responsabilidad social empresarial” y no una acción política? Me temo que desde que los políticos renuncian a hacer su trabajo.

En la sociedad siempre habrá desacuerdo respecto de aquello que es necesario hacer, y ese conflicto permanente se manifiesta en la lucha por lograr que sean las ideas propias las que se realicen sobre las del adversario.  La existencia de este conflicto no tiene nada de negativo y la política es la forma de superarlo positivamente.  Los actores de este conflicto se organizan en partidos que concursan periódicamente en elecciones libres y competitivas donde, si los votos se cuentan correctamente, quien dirime el conflicto es el pueblo soberano.

En ese proceso los sistemas políticos ordenan a los diferentes actores sociales e institucionales para que esas  diferencias se manifiesten y se resuelvan. En las últimas semanas hemos venido escribiendo sobre los requisitos institucionales de los sistemas democráticos y ahora que ha terminado “el diálogo” esos mismos requisitos nos apremian a poner una cuestión fundamental sobre la mesa: la democracia como promesa (Rosanvallon).

Estudiando la historia política dominicana me queda como asunto pendiente la deuda con los movimientos sociales y su potencial democratizador. Aunque es claro que se trata de un tema que requiere  ser mejor trabajado, no parece un atrevimiento plantear que buena parte de las iniciativas recordadas en estos días tuvieron como telón de fondo invisibilizar movimientos de protesta. O, para decirlo en palabras de Laura Faxas: “En la República Dominicana las lógicas social, comunitaria y política están cada vez más disociadas, lo que no hace más que debilitar el movimiento popular” (2007)

Así, las opiniones acerca de lo que ocurre y de lo que vendrá están como siempre muy determinadas por donde uno se sitúa. Si el tema es la “democracia como promesa” los actores son los partidos ‘democráticos’ que, aunque en franca desventaja por su pobre participación en las instituciones del Estado, deben demostrar su “vocación política” ante el nada sorprendente aluvión de estupidez y abyección, para seguir la idea de Weber.

Por supuesto que lo que anotamos no tiene nada que ver con una “incitación al caos”.  Es, por el contrario, lo único que se me ocurre para evitarlo y, como decíamos, corresponde a las organizaciones políticas la mayor responsabilidad.  Potenciar acumulación de fuerza social y política es la única forma de avanzar hacia la construcción democrática. Falta ahora que quienes deben hacerlo empiecen a golpear puertas y conciencias especialmente de esa parte olvidada de la “sociedad civil”: los estudiantes, las juntas de vecinos, las amas de casa, los y las profesionales, los campesinos y las campesinas, los cañeros, los maestros y las maestras, las organizaciones barriales, etc., etc., para que se dé el encuentro social y político con la democracia y para que se despliegue el pacto más importante: el de vivir en democracia. Todo ello sin olvidar nunca que la única acción humana respetuosa de los derechos y de su progresividad, la única capaz del cambio y de días mejores para todos y todas es la política.

Me dirán que eso supone cambiar la política y a muchos políticos.  Sí pues: eso es justamente la política.



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