El mayor problema, en términos de progreso, que tienen los países como el nuestro, es que no hemos tenido tiempo para quemar las etapas del desarrollo que requieren los procesos para madurar.

Los pueblos tradicionales inician su vida con actividades ligadas a la agricultura y la ganadería de subsistencia. En un proceso que toma siglos, van pasando a la agricultura y ganadería comerciales, a consecuencia del aumento de la población que crea un mercado interno.

Este mercado, a su vez, demanda más y nuevos productos, y se pasa a los primeros escalones de la industrialización. Pequeñas empresas, gremios y artesanos, suplen las demandas de una sociedad todavía embrionaria.

Los excedentes de capital y el desarrollo tecnológico crean la necesidad de exportación, y así se desarrolla el comercio internacional en que cada nación envía a otras naciones sus productos terminados y excedentes agrícolas.

Y así sucesivamente.

Como se puede apreciar en este bosquejo rápido de las etapas de desarrollo, cada paso de una etapa a otra tomó cientos de años, tiempo que los pueblos de América no han tenido y han debido desarrollar prácticamente todas las etapas al mismo tiempo, sin que se pudieran apuntalar ninguno de los beneficios del desarrollo acabado. Todo eso, en un ambiente en el cual las naciones más desarrolladas llevaban la voz cantante y nos impedían competir.

El gran dilema de América es la prisa por quemar las etapas, pero no teníamos otra alternativa. De ahí las fallas de nuestro desarrollo.

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