Algunos pretenden asimilar la situación del liderazgo en el sector privado con lo que ocurre en el gobierno y pretenden así que deben permanecer en los cargos, independientemente de su desempeño, aquellos funcionarios que forman parte de la nomenklatura del partido.

En una democracia madura no hay forma de defender que un funcionario permanezca por más de una década en una posición pública. Ese fenómeno no solo habla mal del partido que lo permite pues está frenando su renovación y por tanto condenándose a un prolongado fracaso, sino que el gobierno deja de tener ideas frescas y de renovarse ante el electorado que necesita ver caras nuevas y estilos nuevos cada cierto tiempo.

El que no se renueva en el sector privado simplemente ve decaer su valor en el mercado. Los accionistas lo sienten en su bolsillo y se mueven en consecuencia.

En el gobierno, por el contrario, el fracaso de los incumbentes de largo desempeño, se manifiesta en mayores costos para los contribuyentes y en atraso para el país, para no hablar de la corrupción implícita en las largas permanencias en el poder.

El presidente Medina creará un equipo de gobierno que le garantice la obra que quiere realizar en los próximos cuatro años. Con su control del Comité Político y neutralizados sus oponentes, no tiene oposición para hacer cambios significativos en el tren gubernamental. Nadie espera sorpresas con los integrantes de su equipo cercano, pero debiera sacudir la mata enérgicamente.

Como bien dijo sir George Bernard Shaw, “los políticos y los pañales se han de cambiar a menudo y por los mismos motivos”.

Veremos si acaban de entenderlo en el PLD.

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