El Partido Revolucionario Moderno tiene razón cuando cuestiona un aspecto fundamental de la llamada “regla de oro”: que el alcalde proponga a quien desee que presida el Concejo de Regidores.

En teoría, en los ayuntamientos se repite la estructura política del Estado, con un Poder Ejecutivo, el alcalde, y un Legislativo, el Concejo de Regidores. Del mismo modo que es inaceptable que el Ejecutivo controle el Legislativo a nivel nacional, tampoco debería serlo en el nivel municipal.

Todo ello, aparte de las implicaciones éticas que podría tener ese “maridaje”.

La “regla de oro” debe basarse en que presida el cabildo el partido que obtenga la mayoría, que no siempre es el que gana la alcaldía, pues en las elecciones con varios partidos se puede dar el caso de que los votos que ganaron la alcaldía no sean suficiente para darle mayoría en el Concejo y ahí es donde el PRM tiene que sabérsela jugar.

Como partido nuevo, la misión prioritaria del PRM debe ser afianzarse en la arena política. Un boxeador novato no reta a un campeón so pena de recibir una paliza.

Todos los esfuerzos del PRM deben estar orientados a consolidar sus ganancias, no a ponerlas a peligrar por la acción de enemigos más poderosos o aliados más débiles y ambiciosos. Un solo voto puede dejarlo en minoría, aunque el alcalde sea suyo y, en el peor de los casos, la perversidad política puede arruinar una gestión que luzca promisoria. Creo que deben pensarlo mejor.

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