Mi padre falleció cuando yo tenía apenas diez años de edad y desde entonces siempre me ha llamado la atención el tema de la muerte ya que desde muy niño miré con desconcierto el hecho de ser mortal ante la partida irremediable de mi padre. Un acontecimiento que puedo definir como único y personal.

Pero no quiero hablar de su muerte, sino de lo poco que recuerdo de su vida. Somos una familia de trece hermanos y soy el número once, o sea de los más pequeños, de manera que podrán ustedes imaginar cómo nos cambió la vida su partida y lo que habrá significado para una mujer quedar sola con trece hijos. Por eso a veces digo que no entiendo mucho cuando una joven de hoy en día tiene uno o dos hijos y dice no poder con ellos, aunque los tiempos sean diferentes como suelen justificarlo.

Creo que por ser de los más pequeños me tocó conocer su mejor versión, la que llega cuando los años nos han marcado el corazón.

En mi infancia recuerdo que todos debíamos lavarnos los pies antes de acostarnos y esa era una tarea que religiosamente ejercía mi padre. No sé por qué mis hermanos y yo desarrollamos una extraña costumbre y era la de dormirnos en las mecedoras o el mueble y mi padre, desde muy tempranas horas, empezaba a lavarnos los pies y acostarnos.

A media noche se levantaba para ver cómo estábamos, si los mosquitos habían traspasado los orificios del mosquitero y nos habían picado. En caso de haberse corrido la sábana nos arropaba de manera sigilosa buscando no despertarnos. Esto lo hacía hasta con mis hermanos mayores.

De mi padre podría decir poco en relación a la convivencia con él, pero bastante de lo que me han dicho sus amigos más cercanos pues hablan de él como un hombre correcto, incorruptible, amante de sus hijos y buen amigo.

Nuestros padres son el primer ejemplo que quisiéramos seguir y nuestro referente en la vida, por eso a veces me pregunto ¿cómo manejarán la situación con sus hijos los políticos que son acusados públicamente de corrupción o que se ven envueltos en actos bochornosos? ¿Qué le dirán cuando le miran a la cara? ¿Podrán sus hijos sentirse orgullosos de ellos?

No puedo decir que mi padre ha sido el mejor del mundo pues no me gustan esos tremendismos de exagerar tanto el amor, pero sí puedo decir que he vivido con el recuerdo de mi padre y esto me ha servido para procurar manejarme con honestidad en la vida pues me gustaría que mis hijos y mis amigos puedan hablar de mí como escucho hablar de mi padre.