Cuando el Ministerio de Cultura anunció con “suma satisfacción” que el “renombrado poeta” Elías Marmolejos había obtenido el Premio Nacional de Literatura, casi toda la comunidad artística y cultural reaccionó sorprendida, dado que era por todos conocida la enorme pobreza de talento del agraciado, quien en su dilatada vida de menesteres literarios no había logrado siquiera un premio en su apartada localidad.

El galardonado, además de sus ardorosos empeños poéticos ( que a veces comprendían hasta tres publicaciones por años), se había pasado la mayor parte de su vida adulta reptando tras el poder y el dinero, habiendo logrado relativo éxito en estos últimos menesteres, para lo cual había tenido que abrirse paso por entre el fango politiquero local y nacional. Pero aquello no era suficiente para aplacar su vacío esencial; necesita un premio literario que compensara lo que llamaba mis “arduos desvelos creativos”, y lo justificara ante sus compañeros de oficio, algunos rodeados de premios y reconocimientos obtenidos en buena lid, sin que sus urgencias materiales lo hubieran arrojado a los pies de la crápula política y de la insaciable burocracia literaria.

Sin embargo, cuando Elías Marmolejos abrió el periódico y leyó que él había ganado el premio mayor de la literatura nacional, en vez de alegrarse se llenó de miedo y de vergüenza, y sintió que una enorme culpa empezaba a aplastarlo. De inmediato intentó tomar aliento y llamar al Ministerio de Cultura para pedir que anularan la decisión, pero no pudo porque para ello y para todo sus fuerzas lo iban abandonando. Y para colmo de pena, en ese trance se le acercó su joven graciosa mujer y le arrebató suavemente el periódico, y le dijo a aquella cosa fría, pálida y sudorosa, Ya lo sabía, te felicito, me marcho a celebrar. Él escuchó aquella voz distante, casi como un susurro de despedida, y pensó que tal vez no tendría tiempo de explicarle a la mujer que todo había sido una broma, que algún miembro del jurado había falsificado su firma estampada sobre el documento donde se leía que yo, Elías Marmolejos, de generales que cuentan, me comprometo a ceder el contenido material del Premio Nacional de Literatura, así como también a mi esposa, a cambio únicamente del galardón que me acredite como ganador de dicho certamen.