La mayoría de las malas soluciones a los problemas provienen de que no se formuló la pregunta correcta. 

Al ser incorrecta la pregunta, es decir, lo que se debe resolver, la solución planteada no resuelve el problema y, hasta podría agravarlo. 

Es lo que ocurre con algunas leyes y podría acaecer con el proyecto de ley de tránsito que conocerá el Congreso en las próximas semanas. 

El tránsito no es un problema de policía, o de ley, o de carros destartalados y choferes maleducados e imprudentes. Aunque todo eso forma parte del problema, el asunto a resolver es cómo hacer fluido el tránsito con la mayor seguridad vial, es decir, con la menor cantidad de daños y de lesionados por accidentes. 

Cuando se miran así, las soluciones entonces son mejor diseño de las calles y carreteras; mejor normalización y señalización, incluyendo semáforos que funcionen; cumplimiento de la ley y un agregado de temas más que confluyan todos hacia el objetivo único de hacer más fluido el tránsito con la mayor seguridad vial. 

La capital es un buen ejemplo de mala normalización y diseño. Las principales avenidas van norte-sur, y solo la 27 de Febrero tiene franca dirección este-oeste. 

No existen regulaciones del tránsito para las horas pico y siguen existiendo caóticos cruces de las avenidas principales que debieran ser cerrados para facilitar el flujo. 

Son cientos de medidas que se debieran tomar para hacerle la vida menos miserable a los que tienen que manejar un vehículo en la “Primada de América”. 

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