El recordado presidente de la República, Héctor García Godoy decía que “el único odio admisible es el odio al odio”. 

Tenía razón. 

Porque el odio es improductivo, daña la salud del que lo padece, arruina familias enteras, destruye amistades y hasta naciones enteras.

 Una de las virtudes que se le reconocían a los dominicanos era que no los habían enseñado a odiar y sin embargo hoy, de las parcelas menos pensadas surgen dentelladas de odio por la razón equivocada. 

Se puede entender que una persona odie a otra que le ha causado un daño. Afortunadamente, ese odio se cura, con las excusas, el perdón y hasta por hechos fortuitos.

 En Diario Libre recibimos cientos de comentarios todos los días que expresan odio: odio a los delincuentes, a determinados políticos, a distintas etnias, hasta a deportistas porque juegan en el equipo contrario a nuestras simpatías. 

De todos esos mensajes nos llaman la atención los de personas de aparente fe religiosa cristiana que lanzan flechas ardientes de odio contra el Papa de turno, los dignatarios de la iglesia católica y hasta los que profesan esa religión. Y peor aún, lo hacen escudados en La Biblia, un libro de amor, paz y reconciliación que utilizan como arma de guerra. 

Quienes estén promocionando esos odios están equivocados. No han entendido el mensaje de Dios contenido en La Biblia. Quizás creen que son buenas personas y que están haciendo bien, pero deben revisarse. El mismo Dios que es Cristo no enseñó eso. atejada@diariolibre.com