Desde hace más de un año vengo escribiendo que con la acción de gobierno del presidente Danilo Medina tan diferenciada de la de Leonel Fernández, para el año 2016 el país estará libre de espanto porque el exgobernante, Hipólito Mejía y Miguel Vargas Maldonado serán figuras insignificantes para volver a la Presidencia de la República el primero y el segundo, y para llegar a ella el tercero.

En los hechos, ya Mejía y Fernández están descartados, y Vargas Maldonado muy difícilmente llegue al día de las elecciones como candidato tratando de que su cara no hunda al Partido Revolucionario Dominicano (PRD) más profundamente de lo que está y pierda los dividendos que le entrega la Junta Central Electoral (JCE), para solo citar a esa entidad estatal.

Tengo que confesar que una sola pieza de mi análisis de hace un año no entró en el rompecabezas que descifraba: suponía que Medina no iba a buscar la reelección y que en cambio apoyaría a un candidato peledeísta más cercano a él que a Fernández para completar el proceso de la liquidación política del expresidente morado. No lo hizo así y parece que no quiso confiar a otro la tarea de ser el verdugo político de quien lo “venció desde el Estado”en  mayo de 2007.

El paso político de Medina vino cortejado por la acción de varios funcionarios de su entorno que no hicieron otra cosa que confirmar la sentencia de José Martí que dice: “Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta, vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entre buscan y se hombrean unas a otras”.

Con Fernández y con Mejía aplastados más Vargas Maldonado arrinconado, la confrontación parece muy clara: Medina encabezará el frente reeleccionista y Luis Abinader será el principal candidato de la oposición a la reelección.

Ese será sin duda el torrente electoral principal, aunque conociendo a este país un poco se que habrá otras candidaturas opositoras a la reelección que serán la expresión de ambas orillas de un río: el margen izquierdo donde van quedando restos de arbustos y cartones arrastrados por la crecida dando testimonio de “persistencia con los principios”, y en el margen derecho desde el que dispararán salvas “nazi-o-nalistas”que han quedado arrojadas del gran árbol del gobierno actual y los coyotes que disfrutaron de los desmanes de 12 años de Fernández.

Las ventajas de Medina sobre Abinader son obvias: Mayor popularidad antes de ser seleccionado candidato por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD); controla el Presupuesto General del Estado sin ningún tipo de supervisión de otros poderes constitucionales, donde solo cosecha aplausos, nuevas adhesiones y la plena seguridad de que sus actos no serán cuestionados ni los procesos (préstamos, contratos, designaciones, asignaciones) serán retrasados por ningún motivo;  una oposición dividida, débil, desmovilizada y sin un liderazgo inteligente con capacidad para armar una estrategia de poder y concitar el apoyo de la mayoría del pueblo dominicano, entre otras.

Medina tiene desventajas también obvias: se forjó una fama de hombre de palabra, sencillo, nada ambicioso, honesto y preocupado más por los problemas del país que por la posibilidad de ser líder nacional o de su partido. Eso ya no es así: ahora quiere el poder desde el poder y sobre todo usando el poder incluso contra uno de los principales dirigentes del gobernante PLD.

Al pedir a su partido que se haga modificar la Constitución con el propósito expreso de permitirle la reelección, echó su palabra a rodar y se ha puesto de espaldas innecesariamente a sus anteriores críticas a la reelección. Entró por la puerta estrecha al exclusivo club en el que solo estaba Mejía de los presidentes que en el ejercicio de su mandato hacen cambiar la Constitución para repostularse.

Abinader no tiene ventajas frente a Medina pero sí tiene potencialidades que eventualmente pueden convertirse en posibilidades. Si contara con los factores subjetivos capaces de inclinar la balanza, incluso podrían derrotar la reelección. Para lograr eso necesitaría la virtud martiana que reza que “para ir delante de los demás, se necesita ver más que ellos”.

Esas potencialidades de Abinader son: es mucho más joven (47 años) que Medina (63) en un momento en que ese es un factor político de interés de los electores; no ha sido funcionario público y por tanto no se le puede vincular a pasado corrupto; se ha desempeñado en áreas productivas ligadas a la educación superior, materiales de construcción y al turismo, muy lejos de los servicios que hacen del Estado un cliente preferencial con el que se puede traficar; viene de luchar por derechos democráticos negados en el PRD y emergió como candidato sin mayores cuestionamientos internos y aceptados por la sociedad como válidos.

Las mayores oportunidades de Abinader para disputar el poder a Medina vendrían si asume un discurso, una práctica y un programa colocado a la izquierda del actual gobernante, generando y movilizando una oposición política revestida de fuerzas populares locales y nacionales.

Si Abinader cena con el discurso de la oligarquía dominicana que ha probado que solo quiere controlar los recursos del Estado y tomar el Presupuesto estatal para hacer negocios, se puede ahorrar el sudor de la campaña que en eso el PLD le lleva mil cuerpos de ventaja.

Luchando por conquistar el favor de las fuerzas conservadoras y corruptas del país Abinader nunca le va a ganar a Danilo-PLD; buscando atraer las fuerzas populares y alternativas con un compromiso anti-corrupción, un acompañamiento en la lucha diaria, Abinader y sus fuerzas pueden poner en peligro la continuidad del PLD en el poder, entre otras razones, porque “el mucho ponche ajuma”.