En el país crece la sensación de que no vamos para parte alguna, que esto no tiene arreglo, porque cada cual hala para lo suyo, sin importarle la suerte de los demás.

La rebatiña política y el desdén de las élites empresariales, junto a gobiernos que no gobiernan, sino que se dejan narigonear por vándalos, para no arriesgar su futuro electoral, obliga a muchas personas a pensar en otras opciones.

Américo Lugo describía nuestra sociedad de principios del siglo pasado con pinceladas negras: "No hay que forjarse ilusiones sobre el valer moral del pueblo dominicano... Una inmensa mayoría de ciudadanos ... para quienes no existen verdaderas necesidades, sino caprichos y pasiones: bárbaros, en fin, que no conocen más ley que el instinto, más derecho que la fuerza, más hogar que el rancho, más familia que la hembra del fandango, más escuelas que las galleras... tal es el pueblo dominicano, semi-salvaje por un lado, ilustrado por el otro, en general apático, belicoso, cruel, desinteresado... alimentado de prejuicios y preocupaciones funestas, impulsado siempre por el azote o el engaño ... en cuya frente no resplandecen ideales, en cuyo pecho yacen, secas y marchitas, las virtudes..."

Ese pueblo cayó bajo el yugo de una sangrienta dictadura de 30 años.

El pueblo dominicano de hoy necesita ejemplos y compromiso, personas que sean capaces de transmitir una nueva ilusión a este país. Paradigmas de honradez y de vergüenza ante tanta inmundicia. ¿Dónde están?

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