Cada día crece la preocupación por la delincuencia y el deterioro de los valores en la convivencia social, lo que está íntimamente vinculado al ejercicio de la corrupción desde los estamentos de poder. La corrupción acompañada de la impunidad deteriora la incidencia de los valores en la sociedad.

El ejercicio de la corrupción y su legitimación desde el sistema de justicia como ocurre frecuentemente y recientemente tienen un impacto significativo en nuestra cultura. Afectan notablemente a las nuevas generaciones desde niños, niñas, adolescentes y jóvenes que se socializan en una sociedad que permite el robo de los recursos del estado sin intervenir judicialmente en ello.

Esta permisividad de la corrupción que no es más que impunidad favorece al incremento de la delincuencia lo que se puede explicar en aspectos como los siguientes:

Debilitamiento del sistema de justicia y su credibilidad frente a la población. La ausencia de respuesta desde el sistema de justicia a las demandas de sometimiento a funcionarios/as, legisladores/as, ex presidente de la Republica y otros/as debilita el sistema de justicia y agudiza la poca credibilidad de la ciudadanía en los procesos judiciales.

Este debilitamiento fortalece la delincuencia porque se entiende que se puede violar la ley, realizar actos delictivos y nadie va preso, siempre y cuando tiene buenas conexiones.

Permisividad y generalización del “robo” como práctica atractiva para la obtención de dinero fácil desde “arriba” (sectores de poder) hasta “abajo”.¿Se ha convertido entonces el robo en un valor?

El hecho de que el robo de los recursos del estado y el macuteo desde las instituciones publicas sean practicas aceptadas han fortalecido la búsqueda de dinero “como sea” como una pauta social que cada vez se amplia y generaliza.

Resquebrajamiento de las figuras de autoridad como son legisladores, jueces, altas cortes, funcionarios y frente a la población infantil, joven y adolescente quienes van perdiendo así sus referentes de modelo de coherencia y transparencia representados en las autoridades.

Las actuaciones que favorecen la impunidad tienen un efecto cultural en las nuevas generaciones que pierden sus referentes de coherencia, honestidad, integridad y justicia con la permisividad, impunidad e indiferencia ante la corrupción.

La lucha contra la inseguridad ciudadana y la delincuencia debe ir de la mano del combate a la corrupción y la impunidad. No es posible erradicar una sin la otra, son dos caras de una misma moneda, ambas afectan la cohesión social.

La ruptura con esta cultura de impunidad y corrupción se construye en estos momentos con el crecimiento del movimiento social que ejerce presión social frente a la Suprema Corte de Justicia y el Congreso para que actúe contra estos males.