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:: “En mi rebaño no hay haitianos”
“En mi rebaño no hay haitianos”

Por: Guido Riggio/Acento - 10/02/2015

“En mi rebaño no hay haitianos”, parece ser el sentimiento cristiano que colma a plenitud el corazón del eminentísimo y amado cardenal López Rodríguez.

Pero antes de lanzar algún reproche, primero debemos comprenderlo, amarlo, comprender la doctrina que lo educa y le rige su iluminada mente, el cristianismo romano.

Y es que el cristianismo plantea un pensamiento claramente conflictivo, artificial y paradójico que contradice la naturaleza humana que a todos nos domina y gobierna.

Lo que debemos entender por encima de toda la propaganda clerical a la que hemos sido sometidos por siglos.

Aunque muchos creyentes, a pesar de sus años, todavía se muestran incapaces de reconocer que han sido las víctimas de este incoherente y disociador cristianismo.

Veamos:

El Dios cristiano, a diferencia del Dios bíblico de los hebreos, ha llegado a la tierra para divorciar al hombre del mundo natural de los sentidos, ha llegado para obligar al hombre a renegar de su propia naturaleza, de la “naturaleza divina” que lo impulsa a defender “su territorio”, su integridad, su dominicanidad, su identidad tribal, sea nacional o religiosa, lo imposible de lograr.

El cristianismo ha venido a plantearnos todo lo contrario al pensamiento redentor y vigoroso de los griegos y romanos: negarse a sí mismo, negar la vida terrena, negar el mundo natural de los instintos.

De aquí el gran conflicto entre el imposible “amor universal” y el amor a lo particular, a la patria y a lo mío que sentimos y nos domina. Estos sentimientos irreconciliables y contrapuestos del cristianismo nos explican estas posiciones fascistas patrioteras que muestran muchos cristianos criollos consumados… víctimas del cristianismo disociador y paradójico.

Por ello ha sido capaz de plantearnos a los dominicanos su falsa moral a través de una Virgen de la Altagracia que tomaría partido a favor de los dominicanos en un eventual enfrentamiento contra el pueblo haitiano (indios y españoles) lo que imitan estos pastores que promueven a esta Virgen enfermiza, desvirtuada, creada a imagen y semejanza del egoísmo humano que ellos mismos muestran.

¡Cuánta aberración! ¡Cuánta hipocresía!

Por ello los cristianos suelen mostrarse paranoicos, capaces de hablar de amor mientras encubren a sus compañeros sacerdotes pederastas.

Y es que el solo hecho de vivir dedicados a alcanzar metas imposibles y sobrehumanas, los ha llevado a vivir sumidos en un mundo de hipocresías y contradicciones, obligados a fingir, a vivir en un mundo de paradojas ideológicas (éticas y morales) que les obligan a presentarse ante el mundo como seres puros, castos y amorosos, siendo lo contrario.

Por todo esto se muestran rabiosos, intolerantes, como seres cautivos y tristes que viven profundamente frustrados por saber de lo imposible de alcanza las metas que les platea su amado Cristo… al que ciertamente odian sin saberlo, por el hecho fundamental de haberles planteado estas metas imposibles y frustrantes.

Viviendo como cobardes, incapaces de enróstrale a su Jesús el engaño que padecen; descargando así su santa furia contra toda mujer y contra todo aquello que hieda a libertad, a gozo, a naturaleza, a sentimiento natural, a amor, a vida plena, lo que en el fondo anhelan y admiran irresistiblemente, como buenos hipócritas, como fingidores sociales.

Por todo esto debemos comprenderlo y amarlo, para entonces compartir con él y su Virgen este auténtico pensamiento cristiano: “En mi rebaño no hay haitianos”.



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