Se sigue gastando tinta sobre el tema de la libertad de expresión y la libertad en general, a raíz de los abominables ataques a una revista satírica francesa que dejó una docena de muertos.

Hay personas que, de buena o de mala fe, confunden con sus opiniones sobre los hechos y el concepto de libertad como la concebimos en Occidente.

Las libertades de que disfrutamos deben ser protegidas contra todas las amenazas porque es lo que nos diferencia de la barbarie. Esta civilización ya no acepta vivir en la edad media.

Se ha dicho que en todas partes se reacciona contra el mal gusto, las burlas, los intentos de caricaturizar la situación de sectores o segmentos de la población, o creencias particulares.

La diferencia fundamental es que dentro de nuestros valores se protesta, se presiona, se boicotea, se le quitan fondos, pero nunca se mata y mucho menos, se mata a inocentes.

Los musulmanes en Francia, si estaban dolidos contra la revista, pudieron piquetear y movilizarse todo el tiempo que quisieran. En una palabra, podían utilizar todos los medios democráticos que les garantiza la Constitución francesa para exponer sus puntos de vista y su enojo, pero jamás matar. Esa es la diferencia, porque a través de ese recurso definitivo, contra lo que se atenta es contra nuestro modo de vida, contra nuestros valores y contra el tejido básico que nos mantiene unidos en comunidad.

Nada que conspire contra nuestros valores y modo de vida es aceptable.