El gobierno dominicano tiene ahora la oportunidad de oro para dar un salto estratégico en materia de energía eléctrica y abastecimiento de agua, lo que sin duda contribuiría a una mejora sustancial de la economía y la calidad de vida en el país.

El precio del petróleo viene bajando raudo hacia los 40 dólares el barril ¡Y cuidado!, lo que permite una generación de energía mucho más barata en las plantas que utilizan derivados de ese carburante.

Con los mismos argumentos que levantó el presidente Danilo Medina para forzar una modificación del contrato entre el Estado y Barrick Pueblo Viejo (un cambio drástico de precios de la materia prima en los mercados internacionales), el gobernante puede ahora pedir la renegociación de los “Acuerdos de Madrid” con el sector eléctrico, que todo el mundo sabe que están para vencer en 2016, o recuperar el control total de la generación de la anterior Corporación Dominicana de Electricidad (CDE) para operar con petróleo barato.

Un paso de ese tipo podría encontrar el respaldo masivo de la población que en todo el país sufre largos apagones con facturas muy altas.

La otra acción decisiva debe ser el empleo de la Marina de Guerra (ahora la Armada) para que  dotada de recursos económicos y equipos- inicie el proceso de dragar y limpiar todos los embalses de las presas hidroeléctricas del país, lo que permitiría multiplicar la capacidad de almacenamiento de agua y garantizar a su vez el funcionamiento pleno del complejo de acueductos del país, del sistema de regadío para la agricultura y la ganadería, así como para la generación de electricidad limpia.

Con la cantidad de tormentas y huracanes que pasa en promedio por el territorio nacional cada año, más el complejo de represas construidos principalmente durante los gobiernos de Joaquín Balaguer en el siglo pasado, el país no debía tener meses de crisis de abastecimiento de agua para acueductos y la agropecuaria como sucede a menudo. Pero como no se construyen nuevas presas, no se retira el sedimento de las viejas ni se reforestan las cuencas altas de los principales ríos, lo que tenemos es a las autoridades del sector administrando precariedades y quebrando la agropecuaria, mientras están de manos cruzadas pidiendo a Dios que llueva.

El caso de las cuatro represas del río Nizao es el más ilustrativo: Todas están llenas de sedimento, su capacidad de almacenamiento es mínima, pero las autoridades deciden enviar la totalidad del agua que se genera en Ocoa, Baní y San Cristóbal para abastecer el acueducto de Santo Domingo. Olvidan que el canal Marcos A. Cabral, que debe llevar agua a Najayo, Palenque, Nizao y todo el litoral de Baní, también abastece acueductos y garantiza la agropecuaria.

Con petróleo barato, renegociando los contratos de los generadores y limpiando las represas, el país daría un salto de calidad y las autoridades pasarían de administradores de precariedades, a gerentes de recursos. 

Esperar que llueva no es una estrategia. Prepararse para almacenar el agua cuando llueve sí es una intervención propia de gerentes de calidad y políticos responsables.