El efecto más inmediato de la independencia latinoamericana no fue libertarnos del yugo externo, sino “desatar la voracidad de las oligarquías nativas, que veían en el movimiento independentista la ocasión de crear sus propios Estados… con la visión diezochesca de principados y reinos gobernados por una clase aristocrática”, como dijo Augusto Zamora R.

Nunca les importó crear estados modernos, ni “extender los valores de libertad, igualdad y fraternidad”… “menos aún promover el desarrollo”… “Su propósito era simplemente preservar los privilegios de clase y conservar el poder para usufructo y goce de aquellas oligarquías”.

En nuestro país, hemos visto que esa oligarquía se cansó hasta de eso, porque encontró a unos servidores políticos capaces de mantenerle los privilegios, a cambio de que los dejaran hacer y enriquecerse.

Así pasamos a las repúblicas parásitas de hoy, pues todas viven del Estado, cada una bajo oligarquías, cuyas prebendas no pueden tocarse. Su única preocupación es que las condiciones no cambien, aunque el país se hunda. Total, no van a estar aquí cuando llegue la hecatombe.

Por eso hoy, a nadie le importa el endeudamiento, ni el estancamiento del país en todos los ordenes. Cada república parásita trata de obtener lo más que puede para sus súbditos, sean maestros, choferes, médicos, o empresarios rentistas, sin importar la suerte del país. 

La lucha hoy por nuestra libertad y bienestar es librarnos de esas repúblicas parásitas.