"Tienen envidia del éxito". Esa es la explicación del alcalde de La Caleta, Jesús Mercedes, ante las quejas de los vecinos, por el ruido y el desorden que origina su restaurante en la Avda. Rómulo Betancourt, de la capital.

Otra variante: "Es una persecución política", que es la explicación preferida de Raúl Mondesí, alcalde de San Cristóbal. Otra más: "es personal", común a políticos de todos los partidos.

Pues sí, es personal. Personal en el sentido de que las políticas municipales afectan personalmente a los ciudadanos en su día a día.

Con las medidas que toman o dejan de tomar, los alcaldes afectan la salud, seguridad, descanso, inversión económica, calidad de vida de sus vecinos.

Cuando permiten construcciones ilegales, descuidan la basura, ignoran la invasión de las aceras, y usted tiene que tirarse a la calle para caminar, permiten los ruidos escandalosos o son ellos los que los organizan... debe ser personal. Cuando mantienen los mercados como pocilgas, los cementerios como mercados, y las calles como basureros... es personal. 

Envidia, dice este miembro del Comité Central del PLD, mientras sus vecinos ven su calle arrabalizada por un karaoke a todo dar, y sus reuniones partidarias en un local sin parqueos.

La clase media está perdiendo su hábitat. No es un juego de palabras, es una realidad constatable. Los políticos contribuyen con entusiasmo a la arrabalización de pueblos y ciudades con su clientelismo, con sus permisos ilegales, sus negocios particulares. 

No es envidia, es personal.

IAizpun@diariolibre.com