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:: Tengo tigueraje, pero soy decente
Tengo tigueraje, pero soy decente

Por: Rafael A. de los Santos/Acento - 24/10/2014

Recientemente escuché una canción del cantante urbano El Poeta Callejero titulada “tengo tigueraje, pero soy decente”. El artista intenta hacer una apología bien contada de la situación de estigma a la que se somete a los jóvenes que usan ciertas jergas al hablar o no poseen una imagen acorde con los convencionalismos propios de una sociedad que enarbola la imagen como sello distintivo de comportamiento social.

He afirmado que vivimos en una sociedad hipócrita que margina al ser humano por el solo hecho de ser diferente y de no cumplir con los estándares en relación a los patrones que va imponiendo un modelo caracterizado por la opulencia y la adquisición de bienes materiales sin importar los medios.

Llevar un tatuaje, usar un piercings o dreadlocks al estilo rasta te hace presa del rechazo instantáneo pues en seguida se relaciona con delincuencia, droga, lesbianismo u homosexualidad.

Recuerdo que cuando un grupo de jóvenes instalaron un campamento para impedir  una cementera en los haitises uno de los argumentos utilizados por la policía para descalificar la lucha es que los jóvenes tenían tatuajes y que por ende debían ser unos drogadictos.

Todavía resuena en mis oídos la excusa que expuso el ex presidente de la Suprema Corte de Justicia para explicar el aumento de la delincuencia en el país asociándola con los tatuajes que llevaban muchas personas especialmente jóvenes en el país.

El problema de esta sociedad de la nada es que condena la imagen física de las subculturas, pero apaña los grandes desfalcos que realizan los que llevan una imagen “visualmente pulcra”. Los del tigueraje gubernamental y hasta empresarial son nocivos que el tigueraje de los tatuajes y piercings. Los primeros te crean crisis económicas y obtienen riquezas en escaso período de tiempo que no pueden justificar por más argumentos que puedan esgrimir.

Existe un tigueraje que consiste en acumular para conseguir que cualquier querella sea archivada sin siquiera ser  investigada.

El piercings, el tatuaje, el pendiente en las orejas o en la lengua te colocan de inmediato ante la mirada escrutadora de una sociedad que prefiere a los corruptos que le roban los bienes del Estado porque su decencia oculta su tigueraje y en el caso de los primeros su “tigueraje” les hace portadores de indecencias ipso facto.

Tengo tigueraje, pero soy decente es una manera de recordar que la iniquidad no está en la imagen, sino en la persona.



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