Por: José Martín Paulino/Acento - 25/07/2014
(Tomado del Tratado de Serpentología)
En el África ardiente y en el desventurado Haití participó en extraños rituales con serpientes. En toda Mesoamérica en vano rastreó la sombra de la Serpiente Emplumada.
En Brasil, Colombia y Venezuela entró en relación con leyendas fabulosas acerca de estos reptiles. Viajó por todo el mundo y vivió cosas extraordinarias: copuló con mujeres que para excitarse previamente debían ser acariciadas por culebras.
Disfrutó de exquisitas gastronomías preparadas con carne de serpientes. Se embriagó con sutiles licores, elaborados con sangre de culebras. Sobrevivió a fiebres alucinantes, producto del contacto con ofidios. Acumuló y leyó una vastísima bibliografía científica y literaria, relativa a los reptiles de marras.
Redactó una Cosmogonía Apologética de las Serpientes, cuyo último capítulo, relativo a los venenos, quedó inconcluso porque el autor empezó a paladear y a inocularse pequeñas dosis de ponzoñas, procurando, sin éxito, hacerse invulnerable a los proteolíticos y a los neurotóxicos.
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