Si las ejecuciones extrajudiciales fueran la mejor vía para resolver la  creciente ola delicuencial del país, viviríamos en una sociedad en la cual la ocurrencia de los delitos fuera mínima, si se suma la cantidad de individuos ejecutados por la policía en las calles en los últimos años.

El aumento de las ejecuciones extrajudiciales ha sido cíclico.  En la actualidad por ejemplo, la cantidad ha ido aumentando bajo  el argumento de “intercambio de disparos”.  Por ejemplo, tomemos el caso de cuatro presuntos delincuentes que murieron a manos de la policía en Neyba.

Lo grave de este caso es que la Policía Nacional, según las informaciones, expresó que el grupo de presuntos delincuentes “iba a secuestrar” al director del Instituto Nacional de la Uva (INUVA) Mario Pérez.  Decimos que es grave porque hasta ahora sólo el cuerpo policial tenía esa versión.

El mismo señor Pérez indicó que dejaría que las autoridades investiguen esa versión porque él mismo estaba sorprendido. Si aplicáramos los principios elementales de la lógica y sentido común dejando aparte lo que procede de acuerdo a la ley, es preguntarnos ¿Cómo sabremos ahora, con los individuos ya muertos si ellos iban a ejecutar esa acción? ¿Para que están las instancias judiciales de investigación y control?

Estas preguntas la harían aquellos que todavía no han perdido su capacidad de asombro y que creen en un Estado de derecho, tal como lo establece nuestra Constitución.  Si la Policía Nacional que es un organismo que se supone debería ser auxiliar el Ministerio Público decide extrajudicialmente quienes vivirán o morirán en los “intercambios de disparos” deberíamos entonces anular  el aparato judicial.

Presumimos en una ocasión de tener un Plan de Seguridad Ciudadana y de tener políticas estatales para prevenir la delincuencia, pero al parecer el camino fácil de las ejecuciones extrajudiciales es la vía elegida, para aquellos que opinan favorable a la “mano dura”.

Lo que sí podemos decir que este tipo de violencia estatal ha fracasado,  las ejecuciones  no han resuelto el problema, es más la ola delicuencial ha ido en aumento.  Varias autoridades policiales han aplicado mano dura, cientos de delincuentes han caído y no se ha resuelto el problema.

De seguir así y si el Estado no asume su verdadero rol de prevenir con planes educativos, oportunidades de empleo y enfrentar la corrupción en sus estructuras no estaremos en nada.  Ya el dominicano ha perdido su asombro y la noticia de que cuatro presuntos delincuentes fueron abatidos sólo sirve para aumentar el morbo de aquéllos que leen los periódicos y que ven los noticiarios.

Luego veremos y ojalá que no sea así, más enfrentamientos en una espiral de violencia y sin sentido, además apoyada en la inercia inexplicable de algunas instancias del Poder Judicial.