Por: Ramón Colombo/Acento - 24/04/2014
Si aquel viejo estuviera vivo, estaría preguntándole a su gente: ¿Cómo puede un país ser tan atrasado, en estos albores del Tercer Milenio, para seguir sosteniendo un dichoso Concordato, paquete de excesivos y absurdos privilegios concedidos por Trujillo a Pío XII, para que éste simplemente le otorgara el permiso excepcional de contraer segundas nupcias religiosas?
¿Como puede un Estado con vocación de modernidad retrotraerse a la Edad Media, a tal grado que acepta que todo su cuerpo diplomático se someta a los caprichos y conveniencias del representante del Papa, subordinando sus atributos liberales a la voluntad de otro Estado?
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