El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) fue un partido de líderes formados en el estudio y en la acción disciplinada. Juan Bosch, un hombre de pensamiento alto y claro, moldeó el firmamento ideológico de esa agrupación y otros líderes, particularmente el Dr. Leonel Fernández, que dieron sustento material a la praxis peledeísta. 

Pero siempre me ha llamado la atención la incapacidad del PLD de promover el mercado para sus fines políticos. Es verdad que llegó al poder con una tradición política estatista (el balaguerismo es lo más anti mercado que pueda haber), pero amplió las capacidades económicas del país y se conformó con eso. 

Le bastó que el PIB llegara a niveles nunca vistos y que el mercado se basara casi exclusivamente en el comercio, así como ampliar la participación del Estado en todas las actividades del país para justificar un incremento bestial de la nómina pública de modo que todos los “compañeros” accedieran a un empleo. 

Es verdad que cuando el PLD accede al poder la clase empresarial tradicional del país estaba en retirada y el relevo, con honrosas excepciones, no ha demostrado tener la visión ni la capacidad de buscar formas innovadoras para ampliar su participación en el mercado nacional. Al contrario, han vendido sus empresas y se han concentrado en las franquicias extranjeras.  

Con esa actitud, el empresariado, golpeado por el PLD, ha contribuido al afianzamiento de la imagen de ese partido de “hacer parecer inconcebible que otras formas son viables”, como afirma Bloom.  

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