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:: ¿Cristo viene ya?
¿Cristo viene ya?

Por: Isaac García de la Cruz - 24/02/2021

Hace pocos días, presencié una escena que más que alegrarme me preocupó: un señor mientras manejaba su motor, sin casco protector, con micrófono en mano y una bocina amarrada en el asiento detrás, decía a todo pulmón: “Cristo viene ya. ¡Arrepiéntete!” La escena y la frase permaneció varios días resonando en mi cabeza y empecé a observar su presencia en carros y patanas, en postes del tendido eléctrico, en verjas, etc. También recordé que durante nuestros estudios de Teología nos explicaron la diferencia de los términos griegos kronos y kairós.

Kronos es el tiempo secuencial, de las manecillas del reloj, de los días, meses y años. En la antigüedad griega, Kronos (??????) es el dios del tiempo; mientras que kairós (?a????), tiene una connotación referida al tiempo oportuno y adecuado, no específico o indeterminado, en el que debe suceder algo; desde la fe, es un tiempo de gracia. Siendo más específicos, kronos es el tiempo cuantitativo; kairós, cualitativo.

Cuando leemos: “Al tercer mes después de la salida de Egipto, ese mismo día, llegaron los hijos de Israel al desierto de Sinaí” (Ex 19,1), estamos hablando del kronos, porque en este texto existe un tiempo determinado, humano-terreno, que los hallazgos arqueológicos e históricos nos permiten fecharlo en el pasado, en una época, en un lugar determinado.

Cuando Mateo 8,29, narra: “Y se pusieron a gritar (los dos endemoniados): ‘¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo’”? estamos hablando de Kairós, es decir, del tiempo eterno, ilimitado, de la manifestación de Dios. También San Pablo lo refiere cuando invita a los cristianos a vivir ya en la tierra, el tiempo divino, porque “en él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28). Dios no puede ser sometido al espacio ni al tiempo, por eso su tiempo siempre es actual-presente (Sal 89,4).

En las Sagradas Escrituras, el Kairós supera el Kronos, lo que muestra su importancia para la fe: “Velen y estén preparados porque no saben el tiempo en que va a venir su Señor” (Mt 24,42) y “Él les dijo: ‘Miren, no se dejen engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: «Yo soy» y «el tiempo está cerca». No le sigan’” (Lc 21,8).

La literatura apocalíptica en la Biblia está hecha para anunciar la Buena Nueva del Señor, no para infundir miedo. Para el evangelista Lucas no nos dirigimos hacia una catástrofe, sino hacia el final de la disolución del mundo viejo y hacia el nacimiento de un mundo nuevo. Jesús no responde nunca a la curiosidad acerca del futuro, sino que quiere quitarnos la ansiedad y los anuncios de mal augurio del fin del mundo, que no sirven más que para producir daño e incertidumbre.

Al miedo sobre el final del mundo y la muerte, Jesús propone la alternativa de una vida que se deja guiar de la confianza en el Padre, en una actitud de amor de quien ya ha vencido la muerte. La vida, la muerte y la resurrección de Jesús, nos han revelado la verdad sobre el presente y el futuro de la vida de toda persona de fe, por lo tanto, no cabe el miedo, sino el amor.

El creyente en Cristo no debe proclamar destrucción, miedo y muerte. San Pablo lo sabía y advirtió a los tesalonicenses: “Por lo que respecta a la Venida de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con él, les rogamos, hermanos, que no se dejen alterar tan fácilmente en su ánimo, ni se alarmen por alguna manifestación del Espíritu, por algunas palabras o por alguna carta presentada como nuestra, que les haga suponer que está inminente el Día del Señor. Que nadie les engañe de ninguna manera” (2Tes 2,1-3).

Bíblica y teológicamente es un error confundir el tiempo cronológico con el kairológico. Vivir pensando y promoviendo que “cristo viene ya”, desde la contabilidad cronológica provoca nerviosismo, angustia y desesperación, que en muchas ocasiones termina decepcionándonos de Dios y en manos de psicólogos.

Comprender que “el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca” (Mt 1,15); esperar la venida de Jesús, a sabiendas que “a ustedes no les toca conocer el tiempo y el momento que ha sido fijado por el Padre con su autoridad” (Hch 1,7); comprender que “Dios es amor” (1Jn 4,8); que conduce a las “aguas de reposo” y “conforta mi alma” (Sal 23,2-3); que Jesús es nuestro hermano (Mc 3,34), el amigo (Jn 15,15), es la mejor manera de esperar un día nuestro encuentro de amor con él: encuentro de vida, no de muerte, porque “quien cree en mí, aunque muera, vivirá” (Jn 11,21), dice el Señor.





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