En una encuesta de hace algunos meses atrás, la Policía, la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y la Cámara de Cuentas de la República salieron, entre otras y por mucho, las instituciones peores valoradas en la opinión de los ciudadanos dominicanos

¿Saben lo que significan estos datos? Pues que deberíamos coger una yola y sin pensarlo mucho tirarnos al mar los que no sabemos nadar, o cortarnos las venas con un abrelatas casero y ponernos en una bañera, hasta desangrarnos, como Séneca, los que sí sabemos dar unas cuantas brazadas y mantenernos a flote.

Uno se pregunta cómo se puede vivir en un país donde las instituciones de primera línea que deberían abanderar la seguridad, la democracia y la transparencia, emanen tanta desconfianza entre sus ciudadanos, y también cómo la gente puede sobrevivir en un ambiente con ambientes tan en su contra.

Pues haciendo  lo que nos parece saltándonos las reglas habidas y por haber, y buscando como podemos soluciones, rectas o torcidas, a las dificultades de cada momento. De ahí que, en general, tenemos una cultura de desorden transversal, desde el área superior institucional, pasando por la anarquía del tránsito y llegando hasta los vendedores callejeros.

Si lo de arriba no marcha bien, no podemos esperar que lo de abajo haga lo mismo. De acuerdo a los resultados de las encuestas, creemos que los responsables de la Policía, la Junta, el Tribunal, la Cámara, deberían reunirse de máxima urgencia y preguntarse muy seriamente qué es lo que han estado haciendo tan mal, ellos y sus antecesores, para que sus gestiones tengan una percepción tan negativa a lo largo y ancho de la Nación y entre todos los estratos sociales.

Y una vez hecho un análisis objetivo, ver quiénes deberían recoger los motetes de sus despachos irse a sus casas, y también  coger el abrelatas o meterse en la bañera, según sean las habilidades natatorias de cada uno.

De la policía ya estamos acostumbrados a sus pésimas formas de actuar (valga el ejemplo del caso de la Mulata III, en Puerto Plata) y hasta que su arcaica estructura no cambie de raíz hasta convertirse en civil y civilizada, seguiremos en lo mismo.

De la Junta tenemos una idea de que es una plataforma para brillos y ambiciones personales. y de contrataciones dudosas,  Del Tribunal percibimos que sus decisiones están manejadas por intereses políticos para, en lo posible, debilitar a los opositores.

Y de la Cámara de Cuentas, más que un órgano al servicio de informaciones trasparentes, la registramos en nuestras cabezas como una tapadera para las barbaridades que se hacen con el dinero de los contribuyentes.

Las imágenes que percibimos en nuestras mentes están compuestas por varios factores, primero es el Esencial, es decir lo que se es, si las instituciones han nacido deformes o se han deformado por el camino, mal asunto porque difícilmente se enderezarán por ellas mismas.

El segundo es Factual, lo que se hace, las malas prácticas dejan huellas profundas entre la población por más que los hechos quieran ocultarse, disimularse o maquillarse. El tercer factor es el comunicacional, y ahí casi siempre se manipulan las noticias cuando son desfavorables, y se exageran cuando son buenas.

Y el cuarto el es contextual, es decir el contexto o ambiente donde se insertan, y este ambiente es el oficial, contaminado por la corrupción y politiquería desde siempre. Mal asunto para la percepción global de estas tres y otras muchas instituciones, aunque si no se hicieran ese tipo de valoraciones, seguro que todo iría mucho mejor ¡Esas malditas encuestas!